martes, 19 de mayo de 2009

La Transvanguardia italiana


Francesco Clemente, Water and wine 1981
gouache on paper 243 x 248 cm
Art Gallery of New South Wales © Francesco Clemente


La Transvanguardia italiana

por Roberto Rosique (compilador)

Hay que enmarcar la Transvanguardia italiana en el movimiento neoexpresionista que emergió a principio de los años ochenta ligado a los discursos de eclecticismo, citacionismo, negación y progreso de la primera postmodernidad. Al igual que los neoexpresionistas alemanes, los transvanguardistas italianos tomaron la citación como principal modelo creativo, una citación que, en el caso italiano, incluye tanto motivos iconográficos y formales extraídos de la Antigüedad Clásica, como aspectos de las vanguardias históricas (futurismo, pintura metafísica, etc.) sin excluir citaciones “antimodernas” de los períodos tardíos de Marc Chagall y del propio Chirico, así como de la vuelta al orden, protagonizada en plena década de los años treinta por Alberto Savino. En todos los casos las citas fragmentarias sustituían la comprensión existente en la obra original por un alto grado de ambigüedad. Dichos procesos de citación, junto a la tendencia anacronista liderada por el crítico Maurizio Calvesi y volcada hacia una mirada formalista de la gran tradición pictórica, tanto la clásica como la barroca o la del clasicismo francés (a lo Poussin) constituyeron la base de la transvanguardia italiana.

Sus inicios:

En Italia, la contestación a las experiencias militantes procesuales como el arte povera fue capitalizada por el discurso teórico del crítico y profesor Achille Bonito Oliva. A mediado de los sesenta, reunió a un grupo de aristas que, partiendo de trayectorias muy diversas, habían optado por recuperar la pintura como medio creativo acorde con un presente que se pretendía desideologizado y apolítico.

Retomando la línea del retorno a la pintura que en 1972 había protagonizado pensadores y críticos como Italo Mussa, Filiberto Menna, Tommaso Trini y Vittorio Fagone, y en pleno debate sobre la crisis de las vanguardias, A. Bonito Oliva sentó las bases de un arte postconceptual y neovanguardista representado por las obras de artistas como Bagnoli, Remo Salvadori, Sandro Chia y Francesco Clemente. En un texto publicado Fine delle avanguardie, Oliva, planteó el trabajo de estos pintores como consecuencia de una cabalgante desideologización y rechazo del experimentalismo que, desde la impersonalidad y objetividad, propiciaban procesos interesados más en la estricta información que en la comunicación.

No obstante, no fue hasta 1979 cuando en el artículo “La post-vanguardia e una nuova idea dell´arte”, A. Bonito Oliva concretó –sin llamarla aún transvanguardia- esa nueva tendencia del arte italiano en la que aparte de los ya mencionados Bagnoli, Salvadori, Chia y Clemente, incluyó a Enzo Cucchi, Nicola De María y Mimmo Paladino como “los representantes más novedosos de la postvanguardia entendida como reafirmacion casi medieval de la centralidad del arte”

Bonito Oliva apuntaba en ese artículo, además, algunos puntos fundamentales del que sería discurso teórico de la tendencia: el rechazo al darwinismo lingüístico de las vanguardias, la reivindicación de una nueva autonomía de la creación estética y el nomadismo del artista.

El neologismo “Transvanguardia” apareció por vez primera en un artículo que Bonito Oliva publicó en la revista Flash ArtThe italian Trans-Avanguarde”, artículo que conincidió con la exposición Opere fatte ad Arte. Sustentado por los conceptos de oposición y diferencia, presentó a los artistas de los años setenta como los primeros que cobraron conciencia del fin de la coerción de lo nuevo y la crisis de la mentalidad evolucionista de las vanguardias, es decir, la crisis de la evolución de los lenguajes artísticos.

Frente a una estructura sociocultural recorrida por distintos sistemas (el político, el psicoanalista, el científico), a la impersonalidad y al afán de totalidad metafísica, conceptos todos ellos asociados a las prácticas povera. Bonito Oliva defendió un nomadismo diversificado, una nueva subjetividad y la fragancia de una obra cuyos componentes materiales no estuviesen momificados por posiciones ideológicas ni por proyectos intelectuales, sino transidos de materia viva; apostó por un arte que, en tanto que producción biológica, creaba desequilibrios en el sistema metafísico y que frente a la unidad y al equilibrio, oponía lo fragmentario, el residuo y la teoría de la catástrofe potenciadora de discontinuidades.

Partiendo de la base de que toda obra presupone a la vez una manualidad experimental y una accidentalidad programada, en “The Italian Trans-Avangade” Bonito Oliva propúso el término TRANSVANGUARDIA para definir la travesía de la noción experimental de vanguardia. La transvanguardia se convierte, así en una apertura hacia el logocentrismo de la cultura occidental y de la aifrmación del pragmatismo capaz de recuperar lo instintivo de la obra de arte:

“los aritistas de los años setenta, los que llamo de la transavanguardia redescubrieron la posibilidad de clarificar la obra a través de la presentación de una imagen al mismo tiempo enigma y solución. El arte pierde así su lado nocturno y problemático de la interrogación pura en aras de realizar obras según las reglas del arte […]. La transvanguardia abre un amplio abanico de posibilidades que permite que el arte se mueva en todas direcciones, incluidas las del pasado”

Achille Bonito Oliva




Referencias:

  • Achille Bonito Oliva, Dwight Gast (Übers.), Gwen Jones (Übers.): The Italian Transavantgarde. Giancarlo Politi, Mailand, 1992, ISBN 978-88-7816-038-5 (inglés)
  • Ida Gianelli: Transavanguardia. Katalog, Castello di Rivoli, Museo d'Arte Contemporanea, Skira, Mailand 2002, ISBN 978-88-8491-460-6 (inglés/italiano)


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